Turbo, turbada, más tensa, masturba, me triza la testa esta trama tragedia.
Yo te quise, dislocada, yo te qui, yo te quise turbada, sin turba, ni línea, ni libro, ni lanza, desarmada, lejos del alma, en las cáscaras pesadas, pesares traídos a la mesa de la terraza, la perra se mea, no para de aullar, la pena, la preñez, la podrida preñez que te quiso, yo te quise pesada, penosa, peliaguda en mis puchos pensados lejos de la cama.
Sí te qui…
Te quise trastornada, tu abrazo me atrapó, tu labio enrevesado, triste, fino, intenso, tu labia me sedujo, atraída en fantasmas del espejo, de ese reflejo atribulado que tropezaba en piedras de imán. ¡Qué yo te quise! Dije y lo hice, me fui de mí contigo, al barco lleno de ánimas, al barco de los náufragos que zarpan perpetuamente a la nostalgia. Me baje en la isla trágica y no lo sabía, sabiendo, sorbiendo, absorbiendo absoluciones de algo que no hice. Yo te quise y no era yo, eran las cortezas de tajos profundos, era la guitarra en mi linaje, era el abrazo tierno de la ilusión, la personalidad de fuego y su tierra prometida de sábanas, nunca tan suaves como en la articulación de nuestros cuerpos fugaces; ese trago insistente de la inconciencia musical que deja de parirse para internarse al aire. Ido, ido, perdido el ritmo tan luego en la caída, como un vampiro atado a un cerro donde rápido surge el sol y te incinera.
Yo te quise, veleidoso. Yo te quise, lo di todo, ya no soy la misma. No seré la misma muerta lánguida aferrada al árbol torcido de mis ansias. Ejercito el circuito de decirlo todo en esta distancia que solo aleja nuestra casa de mis heridas asomadas. Tengo el amor trunco, la madre me enderezó el tronco a golpes y lágrimas. Yo te quise y me heriste en la misma lengua que penetró mi carne con un ácido reconocible de rabias.
Tarde las llagas mostraron su causa y el cauce torcido, ya turbado y funesto resistió a los juicios y llantos por la confirmación de lo irreparable en el último coito, más hondo en lo terrible, que solo tendió la pérdida, que solo alargó lo trágico, que solo levantó tu mano, tu ego, tu fuego contra mi, contra mi reflejo de mi en tu lamento.
Ya te quise, ya te quise doloroso, infructuoso, una vez aferrado a mi cuerpo, a mi calma tensa y abierta, a unas piernas, unos ojos. Yo te quise y supe en ti un antes y un después en este cuerpo transformado, en esta lucidez que quiere arrancarse lo trágico, arrojarse a la sombra y abrir los cofres del pasado, dejar que todo se diga y que llore irrefrenablemente todo lo que duele tanto tonta tanto turba la tragedia de quererte y tener todo de menos abierto donde corroerse.
Te quise inconciente, ciega, tonta de asfiixia, ebria de cuerpos suaves encumbrando sus fantasmas en la hoja blanca de lo que no puede ser. Tú, ebrio, terminaste de derramar tus ácidos, pero no cesa de arderme.
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